miércoles, 29 de octubre de 2014

Crecer




a Juan Manuel

I
Así, como cuándo son las cinco de la madrugada y estás corriendo junto con un montón de gente, tratando que no te alcance ninguna bala. En la otra esquina lo muelen a patadas al chico que no tuvo miedo, y del otro lado pasa la cana que te mira y pega la vuelta.
¿Cuál es la ley?
Caminás por el parque, compuesta por miles de cuadras cuyo adorno es la misma aurora solitaria.
Se hace mañana gris, húmeda e inmanente. Entre el plomo del cielo el chico de ojos cambiantes te mira por el pasaje mudo. Acabas de continuar la vida, la que él ya no tiene.
II
Yo sólo quería escribir en el bar, no pensar en el día que entraste al jardín con tu cabeza de sol, casi imposible de mirar.
Fui dueña de mis puños pero vos te escurriste mientras corríamos bajo la lluvia, riendo e ignorando el después.
Arranqué con raíz una plantita para mi abuela muerta, para vos no porque vivís mirándome, desde no sé donde con tu ojos pétreos que me esquivan si quieren, en el tiempo.

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